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Actualizado: 5 feb 2021

GENTE VERITAS




Si les decimos que su nombre es Rodolfo Silva, posiblemente ninguno de ustedes va a saber quién es, pero si les decimos “don Ro” todos los estudiantes que estuvieron en algún momento en el campus lo conocen y lo quieren. No solamente son las empanadas de pollo arregladas con ensalada “o zacate como él decía” y picante o las famosas “cangreburguer” o el sabroso café que servía en su puesto en nuestra plazoleta. Don Ro es el amigo de todos en la U, sobre todo los estudiantes, quiénes llegaban a escuchar música, a oír sus historias y contarle todo lo que les pasaba en la U y fuera de ella. A prácticamente un año de pandemia los estudiantes preguntan siempre por él y muchos lo llaman por teléfono para asegurarse de que se encuentra bien y consultarle cuando va a volver.


¿Pero quién este personaje VERITAS tan querido por todos?


Su historia es digna de una película y la cuenta con la sazón que sólo don Ro puedo hacerlo.

Nació en Cartago, en San Nicolás de Tolentino, conocido como Taras de Cartago y nos pregunta: “¿Sabés por qué le dicen taras de Cartago? Por 3 familias de sordos que vivían ahí hasta que descubrieron que la raíz, un problema genético” Y así va hilvanando una historia, una anécdota tras otra.


Don Ro es de verbo fácil y esta vez nos cuenta de sus orígenes: “Vengo de una familia semidestruida por el alcohol. Mi padre era un ingeniero agrónomo mexicano, pero la bebida…” y hace un gesto negativo. “En cambio mi madre era a todo dar y todavía la tengo, cumple 99 años en abril”, nos dice mientras se le ilumina el rostro y prosigue: “De niños teníamos mucha escasez de recursos, pero éramos muy felices, fuimos 7, nos criamos 6, 1 falleció de 1 mes, 5 hombres y una mujer. Teníamos un solar de 150mts de fondo con café, hortalizas, plantas ornamentales, maíz, frijoles, manzana rosa, qué no había ahí, había de todo”. Este espacio y toda la zona rural alrededor eran su lugar de juegos: “Mi infancia fue un vacilón, íbamos por todo lado, jugábamos hasta cansarnos, salto de altura, quedó, siempre andábamos inventando”.


En la escuela participó en muchas obras de teatro: “…era muy tímido y hacía lo que me pedían las maestras, salí de pastor, de zapatero remendón…” Lo que no se sabía en ese entonces y nos confesó don Ro es que estaba con 8 años: enamorado en secreto de su maestra: “…en tercer grado llegó a presentar al novio porque se iba a casar, ese día ni almorcé de la tristeza”.


Don Ro era un niño travieso: “…en sexto grado cuando me iban a dar el diploma, iba solito a recogerlo, pero me fui de metiche a jugar con pólvora y llegué sin pestañas, sin cejas y el penacho achicharronado, vieras como olía…” nos dice entre risas.

Cuando terminó el 6to grado, pensó que iba para el Colegio San Luis Gonzaga pero su madre le tenía otros planes y le rompió sus ilusiones: “… me dijo que iba a trabajar de jornalero, sembrando frijoles, papa y maíz” Este trabajo aunque duro poco fue el primero de muchos que sucesivamente fue haciendo en su juventud: “trabajé en una panadería repartiendo pan en bicicleta, hasta que me caí en un charco con todo el pan, en una fábrica de velas, en construcción, en una fábrica de muebles, yo sé hacer sillas torneadas, trabajé en la casa del hombre más rico del país en ese entonces: José Pujol, haciendo de peón con pico y pala. Trabajando y trabajando, mientras mis hermanos si tuvieron la oportunidad de estudiar en el COVAO”.


A los 22 años tomó la decisión de irse para México, a la tierra de dónde era oriundo su padre en Las Esperanzas de Melchor Múzquiz, un pueblito de Coahuila a visitar a su familia. Ahí laboró en otras áreas: “empecé pintando la casa de mis abuelos, luego trabajé como minero en una mina de carbón con casco y linterna, luego en un lugar donde procesaban el carbón” Después se fue a pedir trabajo a un amigo de su padre en la ciudad con el que aprendió mucho: “En México fue mi refinamiento, aprendí mucho, por las compañías que tuve” También en México tuvo la oportunidad de hacer la secundaria y llevó 3 años en la Escuela de Comercio y Administración. “Pero yo era muy inquieto y esto no era lo mío”. Laboró luego en una planta siderúrgica y en el plano más personal: “Estuve a punto de caramelo, casi me caso allá”. Pero el amor de su vida, su esposa Cecilia, la conocería luego al viajar a Costa Rica: “…un día me invitaron a salir con ella, iba con pantalones campana y unas plataformas enormes” El flechazo fue inmediato: “Gracias a Dios por ella, la madre de mis hijos, una gran esposa y compañera, muy inteligente, con un sexto sentido y un don de convencimiento tremendo”.



Después de casarse se llevó a su esposa a vivir 5 años a México, pero volvieron a Costa Rica cuando su suegro enfermó: “Ya había nacido mi hija, entonces busqué trabajo vendiendo clubes de viajes y llevando grupos a México” Así terminó de conocer este gran país: “México tiene un hechizo, un encanto especial, con sus pueblos perdidos en el tiempo, donde la vida transcurre plácidamente y con grandes bellezas naturales, de lo que quiera hay. Es una belleza”.


Luego incursionó en el negocio de las comidas: “Puse un puesto en un Instituto de Computación y aprendí a hacer empanadas” En ese instituto estudiaba alguien que laboraba en el ITAN y le recomendó pasarse. “Don José Joaquín me autorizó desde 1989, 1990 y desde entonces estoy aquí” En algún momento salió para dar clases de Estudios Sociales en un Colegio en Tárcoles pero volvió para servir delicias a sus queridos estudiantes de lo que ya era la Universidad VERITAS: “Yo hago las veces de Tata, de abuelo con ellos, a veces me tienen la confianza que no le tienen ni a los papás. Eso es lo que más me llena, compartir con gente joven”.


Don Ro con estudiantes en la U


El puesto de don Ro era más que el lugar para comer en la Plazoleta, era un sitio de encuentro, para escuchar música y hablar con don Ro, para desahogarse y reír un poco. Don Ro extraña la U y los estudiantes y nosotros lo extrañamos a él. Por ahora está en su casa, sale a andar en bicicleta, comparte con sus hijos: Aarón y Talina y sus dos nietos y cuida a 4 perros y un gato y por su puesto a Diana, su gata en la U. “Hoy la fui a ver y dejarle carnita, vieras que contenta estaba”.



“Don Ro, por favor cuídese mucho, esperamos verlo pronto y escuchar sus historias y enseñanzas en la VERITAS” con cariño, TODOS.


Filosofía de don Ro

“La vida no es tener plata, la plata hace que las personas se pierdan en un vacío tremendo, se compran una casa y no se llenan, se compran un yate y no se llenan, cuando se tiene tanto, tanto, la vida se llena de vacío. Si usted no tiene amor no lo va a encontrar afuera, la plata no es lo que te da vida.”



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